Si eres de esas personas a las que, en viajes de placer o en viajes de negocios, les invade una mezcla de nervios e impaciencia cuando anuncian la apertura de las puertas de embarque, que sepas que esos ratos de espera, pueden tener los días contados con el reconocimiento facial en los aeropuertos.
Y es que los aeropuertos están adoptando tecnologías de embarque basadas en el reconocimiento facial. De hecho, el aeropuerto JFK de Nueva York aplica esta tecnología desde 2016 para controlar la entrada y salida de pasajeros extranjeros. Pero la tendencia apunta a que la tecnología de reconocimiento facial se aplique desde la misma entrada al aeropuerto, confirmando que se trata de la misma persona que figura en su pasaporte, hasta el momento de embarque, aplicando también estos métodos en todas las fases intermedias, tales como verificación de documentación, control de seguridad, etc.
El londinense aeropuerto de Heathrow anunció la puesta en marcha de una prueba piloto del sistema de embarque por reconocimiento facial este mismo verano. Según portavoces del aeropuerto, “el objetivo de la tecnología será que los pasajeros puedan caminar por el aeropuerto sin sufrir demoras”, y subrayan que las pruebas preliminares han demostrado que “la respuesta ha sido tremendamente positiva”.
Así, favorecer la agilidad y la seguridad son los argumentos que se esgrimen a favor de la introducción de estas fórmulas. Pero, ¿debemos confiar, a día de hoy, en que las máquinas son capaces de realizar el cotejo con cien por cien de fiabilidad? Muchos de nosotros hemos sido testigo -o protagonistas- de que, en alguna ocasión, quien ha chequeado su pasaporte en línea con la consecuente aplicación del reconocimiento facial, no ha visto abrirse las puertas.
Y en cuanto a la agilidad… El hecho de que simultáneamente varias puertas no se abran porque la máquina no coteje correctamente nuestro rostro con la fotografía del pasaporte, hará aumentar las colas, afectando a la fluidez de los pasajeros.
En este sentido, algunas voces se alzan diciendo sí a esta tecnología, pero sin dejar de realizar trabajos de innovación y desarrollo orientados a la mejora de las mismas. De este modo, el fomento de la agilidad y la seguridad que confieren las tecnologías de reconocimiento biométrico son aspectos que a la mayoría de nosotros, seguro, nos parecen importantes, pero que muchos, quizá, no antepondrían a otras cuestiones como, por ejemplo, la privacidad y la protección de nuestra información.
Porque… ¿te has preguntado qué se hace con esta información? ¿Se comparte con terceros? En la Unión Europea parece que esto sería más complicado, pues rige el Reglamento General de Protección de Datos, pero, ¿y en el resto del mundo? Por ejemplo, en Estados Unidos, los estándares de protección siempre han sido más relajados. Además, la regulación del tratamiento de datos varía entre estados. De hecho, el pasado año se aprobó una ley por la que se permite a los proveedores de servicios de internet vender datos de los consumidores sin consentimiento previo. Sin embargo, algunos estados como California y Arizona han endurecido sus normativas. El estado de California, por ejemplo, aprobó el pasado verano la California Consumer Privacy Act, que impone, por primera vez en Estados Unidos, niveles de protección de datos muy similares a los de la RGPD europea.
Por otro lado, tengamos en consideración el factor ‘hackeo’. El reconocimiento biométrico aplicado a otros ámbitos, como el bancario, ha sido vulnerado en ocasiones para cometer fraudes. Algunos ciberdelincuentes ya están desarrollando técnicas avanzadas para hackear huellas dactilares, el reconocimiento del iris y la autentificación facial. Y es que el reconocimiento facial funciona identificando a una persona a través de nodos o puntos claves que representan cada parte del rostro. Esos puntos se convierten en datos que son almacenados en los servidores de los fabricantes.
Algunas empresas vinculadas a la ciberseguridad advierten que con esa información de nuestro rostro, de la mano de la impresión 3D, es posible hacer una ‘máscara’ de la cara y de esta forma violar el sistema de autentificación facial, para por ejemplo, acceder a la información de un dispositivo electrónico con sistema de acceso al mismo mediante reconocimiento facial.
Con todo ello, a día de hoy, efectivamente debemos confiar en la tecnología aplicada, no solo a los viajes o viajes de negocios, sino a todos los ámbitos de la era digital en la que vivimos inmersos. No obstante, debemos ser conscientes de los riesgos que el avance tecnológico comporta y tomar las debidas precauciones cuando estos avances se encuentran en sus primeras fases de implantación. Esto no significa que debamos ser recelosos o tener cierto temor. Además, son muchos los esfuerzos que desde todas las esferas se están volcando en impulsar la ciberseguridad y la protección de nuestros datos. Y es que al ritmo que avanza el desarrollo de la tecnología, pronto se superará la dificultad de los primeros pasos.